jueves, 12 de julio de 2012

Serra Grossa Trail. FELICIDAD.

Por fin llego mi primer reto.
La preparación la verdad es que no había sido del todo buena. El trabajo, la familia y demás compromisos sociales, hacen difícil sacar el tiempo que te gustaría para practicar deporte, o simplemente tener la constancia suficiente para progresar adecuadamente (como decían en el cole). De todas formas lo que creo haber conseguido ya, es romper esa primera barrera, mitad física y mitad psicológica que hace que los entrenos se te hagan cuesta arriba solo de pensarlos. Ahora aún sabiendo que voy a acabar hecho polvo, estoy deseando calzarme las zapas o coger la bici.
Pero como decía un profesor mío antes de darnos los exámenes, “¡el pescao ya está vendido!”.
Ahora ya solo tocaba sufrir hasta meta, más si cabe teniendo en cuenta que cuando estaba dejando el coche en el aparcamiento, el termómetro marcaba 28 grados y eran ¡las 8:30 de la mañana! Dios a las diez nos íbamos a cocer, y además en nuestro propio jugo por que la humedad se intuía alta también.
No soy muy asiduo a carreras, las he hecho contadas, pero esta, de todas todas, era especial por varios motivos. Era mi primera Trail, era mi primera prueba después del parón post-parto, la zona es especial para mí por motivos personales, y sobre todo era la primera vez que venía mi familia a verme, mi mujer y mi hijo de nueve meses.
Como siempre mientras recogía el dorsal los nervios iban aflorando y mientras saludaba a conocidos que me iba encontrando la cosa iba a más. Los pensamientos se me agolpaban en la cabeza. Soy bastante competitivo y no podía dejar de pensar en que todas aquellas personas a las que saludaba me iban a pulir en carrera. El que no venía de hacer maratones, venía de hacer triatlón y el que no lo hacía todo, buff, que máquinas.
La hora se acercaba y me puse a estirar y calentar un poco, algo que se me da fatal, nunca se que hacer, así que a monear, carrerita para arriba, carrerita para abajo durante diez minutos y… ya voy chorreando de sudor, lo dicho me voy a morir.
Estaba acojonado y decidí ir con mi hijo y mi mujer a esperar los cinco minutillos que quedaban para la salida. Y como no, se me hecho el tiempo encima jugando con el enanito.
Me despido de ambos y a correr a la salida. Por supuesto me pongo de los últimos porque aunque luego en carrera siempre me arrepiento porque me molesta la gente, prefiero ir adelantado que ver como me pasa todo el mundo.
Tres, dos, uno… y a correr.
Como no, las pulsaciones a 180. Me abro hueco y me voy hacia donde están mis amores para que me hagan una fotillo y me den aliento, y eso hacen.
Yo soy de apretar nada más salir y dosificar conforme me voy quedando sin fuerzas, así que… ¡al ataque!
Gracias a que al principio la pista es ancha, paso con cierta facilidad a la gente pero ya empiezo a notar que la cosa va ha ser más sufrida que en los entrenos. Las primeras rampas noto que me cuesta más subirlas que cuando entrenaba y todo es por el dichoso calor. Me digo a mi mismo que no pasa nada que para eso hoy tendré un avituallamiento y llevo en el cinturón dos botellas de 250 ml de agua.



Termina la primera subida y aparecen las espectaculares vistas de Alicante que tan vistas tengo, y un par de amigachos que han venido a animarme en bici.
Que alegrón verlos.
Desde aquí empezamos a avanzar por un falso llano que poco a poco tiende a bajar dirección Alicante y en este momento noto como se me abre una de las botellas del cinturón y se vacía por completo en mis pantalones.
Cojonudo, mi arma secreta contra el calor a tomar viento, por no decir otra cosa.
Me animo pensando que estoy cerca de la primera bajada técnica de la carrera y que allí recuperare aún más posiciones ya que he descubierto que se me da muy bien bajar. Acelero y cuando llego a la bajada… mi gozo en un pozo. La trialera está llena de gente bajando a paso de tortuga. No iba a poder recuperar tanto como yo esperaba. Pero aún así tiro para abajo lo más rápido que puedo avisando a la gente de por donde les iba a adelantar, y aquí quiero hacer un inciso.
No entiendo muy bien por que una chica se puso a chillarme cuando la adelante, avisándola, y con bastante margen, y que me cuestionaba que fuera tan rápido.
Yo reconozco que me cabreo mucho con la gente se abre paso a codazos para clasificar mejor, pero que me chillen por ir rápido pero siendo respetuoso, no lo entiendo. Puedo entender que la zona debido a la inclinación y lo roto del terreno te de miedo, pero no puedes pretender que nadie pase por tu lado por muy insegura que te sientas.
Cierro el inciso.
Llego a bajo y otra vez para arriba por la pista del lado mar de la sierra donde después de un centenar de metros nos encontramos con una subida que requiere avanzar ayudándose de las manos, vamos escalar,  y donde se habían colocado unas cuerdas para facilitar la ascensión.
Por cierto lo de las cuerdas no me gustó mucho. Pienso que la ascensión no tenía tanta dificultad como para necesitarla y lo que provocaron fue más atasco, ya que la gente hacia cola para subir encaramándose a ellas.



Después de superar este obstáculo aproveche para recuperar un poco andando y bajar las pulsaciones, que con el esfuerzo de la subida, el calor y la humedad, se habían disparado y me faltaban orificios por donde meter más aire al cuerpo, iba ahogado.
Ando un poco y comienzo una batalla campal conmigo mismo, para obligarme a ponerme a correr de nuevo. En ese momento tiro de varios “amuletos” mentales para motivarme y me pongo de nuevo a la faena.
Se acerca el avituallamiento al que llego casi esprintando, motivado por la recompensa de pegarme una ducha con el agua que ofrecían.
Hago otro inciso para quejarme sobre la forma de aportar el agua a los corredores. Entiendo que la gente suele ser muy guarra, incluso en este gremio al que se le supone cierto amor por la naturaleza, pero no me parece justo que al final paguen justos por pecadores y te den el agua en vasitos en vez de en botellines. Con este método pierdes mucho más tiempo para hidratarte y además no te puedes llevar nada para lo que queda de carrera. Pienso que la organización tiene que tener asumida la limpieza posterior del trazado y no usar estos métodos tan cutres para ahorrarse esa limpieza.
A partir de aquí tiro cuesta abajo por pista y aprieto para recuperar un poco del tiempo perdido en el avituallamiento, hasta que llego a la segunda parte del descenso que es una senda técnica que me cuesta hacer más de lo normal debido a que ya voy muy tocado y además la señalización era un poco escasa y tuve que rectificar varias veces.
Esta senda técnica desemboca en la carretera de subida de la parte de la albufereta. Donde me vuelvo a encontrar a los compañeros de andanzas en bici de montaña que habían venido a verme montados en sus maquinas, que craks, se subieron conmigo en paralelo dándome ánimos hasta la última parte de la ascensión donde se encuentra otra senda técnica que acaba por matarme y subo casi toda andando hasta otra vez el avituallamiento que marca el último kilómetro y medio ya de bajada y por pista.
Muerto de calor, empiezo a bajar apretando todo lo que puedo pero voy muy reventado y no puedo ir al ritmo que me gustaría.
Pero aún así llego a meta donde antes de cruzar la pancarta encuentro mi deseada recompensa.
Mi mujer me da a mi hijo en brazos y después de hacerme varias fotillos, cruzamos la meta los dos riéndonos y levantando los brazos en señal de victoria. Esto si que es alcanzar la felicidad. Para mi acababa de ganar la carrera, no voy a explicar mas lo que sentí en ese momento porque por muy bien que lo hiciera me quedaría corto.
FELICIDAD.


Así que después de 58 minutos pase por meta quedando el 145 de la general, el 88 de mi categoría oficial, y el primero de la categoría de “padre orgulloso con su hijo de diez meses en brazos”.


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